13-02-2012

Hacemos un recorrido a este lado de la tumba a través de las diferentes instituciones temporales humanas. «A lomos de salamandra» de los poemas dinamiteros de Mateo Rello nos apercibimos de lo cerca que nos encontramos de la catástrofe y el cambio. Grecia arde y nos lo cuenta La Terrícola. Empezamos haciéndonos las preguntas sabias y extrañas de los niños a través del recuerdo del antipsiquiatra Laing y caemos de bruces en Las Tumbas de los correccionales argentinos de los 70: Enrique Medina. Allí impera la ultraviolencia y el daño, pero también los códigos de honor. José Luis de Juan nos habla de ese gesto peculiar de cruzar los dedos para mantener la integridad interior y la vergüenza frente a una mentira que se prodiga. En nuestro mundo los políticos ya ni los cruzan al destilar su veneno. Puede que nos libremos del «reformatorio» pero ahí están los militares para cazar personas con engaños. Lo cuenta Dalton Trumbo en «Johnny cogió su fusil». Otro mundo instituido que nos persigue con sus uniformes es el de los policías. Oímos las reflexiones de uno de ellos, trastornado ante la multiforme y alegre algarabía de los miserables: «Mendigos y orgullosos», de Albert Cossery. Mueren de nuevo Durruti, Espartaco y Puig Antich en los poemas de Mateo Rello; pero sólo lo parece, porque reviven con cada verso. Quien intenta, más que revivir sobrevivir en su agonía perpetua, es el bueno de Max Blecher, verdadero maestro malogrado de las palabras. De él leímos hace siete días sus poemas y ahora iniciamos un fragmento de su peripecia profunda e intensa en la institución humana más propensa a la soledad y la desesperanza: el hospital. Como mago lírico que es, el rumano nos empieza a contar algunos de sus momentos más difíciles en la oscuridad de los pasillos y habitaciones perdidas del sanatorio. «La guarida iluminada» es su obra póstuma de la que extraemos este vibrante episodio que terminaremos de leeros la semana que viene. Eso y una extensión de nuestro viaje a través de colegios, trabajos, sanatorios, manicomios, comisarías, cárceles, iglesias, asilos y otras prisiones del cuerpo y del alma. Peter Handke cierra el círculo del programa con las grandes preguntas que nos hacíamos de niños y que tardaremos varias vidas en contestar.

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