19-11-2007
Quizás hacía tiempo, (¿días?) que no le dedicábamos tiempo en plan monográfico al suicidio, tema predilecto de nuestras investigaciones humanoide-literarias. Impulsados por el trágico final de Unica Zürn, que tanto nos acompañó las pasadas semanas, nos centramos en las muertes por precipitación, es decir, por estrellamiento, es decir, por caída libre, en todos los sentidos de este especialmente afortunado término para semejante acontecer dramático. Queremos buscar indicios en dos de los lugares icónicos de los voladores: el Balcón del Mediterráneo de Tarragona, a través de «El balcón de los suicidas», de Olga Xirinacs, y el Viaducto de la calle Segovia, de Madrid, merced al brillantísimo artículo a él dedicado en la revista «Vacaciones en Polonia». La semana que viene acabaremos este recorrido transversal a través de la atracción del abismo y las jugarretas de la gravedad. Poemas varios, Maurice Verzele («La muerte sin dolor. Eutanasia y suicidio»), Ruth, y otros y otras, nos acompañan en este extraño viaje. Y Fernando Fernán-Gómez, que vendrá a despedirse.
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