12-09-2011

«A este lado de la tumba» invita hoy a dos grandes personajes: Gaarder y Bradbury. El escritor noruego Jostein Gaarder nos trae su único libro de relatos (no infantiles) y primer libro escrito por él allá a finales de los 80. De él extraemos varios fragmentos y dos relatos enteros y portentosamente impactantes. Uno sobre un hombre que, habiendo recibido el diagnóstico fatal, no se resigna a morir sin dar, cuando menos, un portazo («No entres calladamente en la muerte», decía Dylan Thomas). Sobre esto hacemos algunas reflexiones más o menos pertinentes. El otro relato, «El Catálogo» nos anuncia de un modo asombroso un artilugio universal que anticipa pasmosamente la aparición de la red de redes muchos años antes y nos pone en guardia frente a sus carencias, aunque también nos felicite por su contribución a la conciencia global (léase también noosfera como un concepto interesante y relacionado). Damos ya paso a nuestro querido Ray Bradbury quien nos trae un libro suyo, un verdadero mamotreto en cuanto a tamaño, escrito también en los 80, en el 80 mismo, año en que lo publicó en BCN la vieja editorial Luis de Caralt. Este libro maravilloso, de un tamaño imponente y confeccionado al alimón con el alucinógeno ilustrador argentino Aldo Sessa, titulado «Fantasmas para siempre», se compone de una fascinante reflexión de Bradbury sobre «Dios en la ficción científica» (que leemos), de una serie de poemas suyos (inéditos en castellano) y de un relato relacionado («El Mesías»). Repasa su relación con el concepto de la Trascendencia en varias obras suyas y en relatos concretos como los que conformaron su serie de «Crónicas marcianas». Este libro, que pude rescatar hará tiempo de entre montañas de ejemplares de libros descatalogados, viejos o de saldo, a un precio ridículo (5 euros), es una verdadera joya perdida por entre los anaqueles de las ferias de libros de este mundo. (Por cierto, aviso para navegantes: dentro de unos días, se inicia la feria del libro de BCN)… Leemos gran parte de esta obra, la acompañamos de pequeños comentarios y de la música más apropiada para lograr atravesar con fortuna los absorbentes y demoledores agujeros negros con que podamos hallarnos en el camino del espacio.

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