17-12-2012

Nos dejamos llevar inevitablemente por el vórtice del fin del mundo, pero de un modo amplio. De los textos genéricos que pintan con alaridos la catástrofe, como los de Cioran o Caraco, pasando por el hastío finalmundista de Hakim Bey, los relatos de Jesús Pardo, István Örkeny o Santiago Davobe, hasta llegar a la concepción del fin del mundo como un proceso radical e individual de transformación interior. Para ilustrar esto último nos servimos de la reciente edición por Impedimenta de la celebrada «Caída y auge de Reginald Perrin», de David Nobbs. De su presentación del personaje como arriesgado explorador de nuevas identidades y de profundas transformaciones vitales que pasan incluso por fingir su propio suicidio para empezar de cero, pasamos a derivar por dos obras que nos han resonado ante semejante argumento, dos relatos anglosajones: «Nostalgia de casa», de Chesterton y «Wakefield», de Hawthorne, con sus inquietantes implicaciones… Con todo esto y algún poema húngaro, un fragmento del «Sermón del ser y no ser» de Agustín García Calvo y unas palabras de Alejandro Dolina, llegamos al final en espera del colapso de los tiempos. (Y Willy Uribe sigue en huelga de hambre)

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