21-03-2011

Simplemente cerramos los ojos y dejamos que nos eleve el vendaval brutal y violentísimo de la entrada en la primavera. Dejamos que nos alce del sitio y nos deje algo descalabrados pero aún enteros en un nuevo remolino de palabras. Es de «La mujer de la arena», de Kôbô Abe, de la tremendísima historia de ese vapuleado sísifo nipón de las dunas, de donde oímos que nos susurran una historia extraña sobre un castillo ilusorio. Empezamos quebrando las bases mismas de nuestras certezas. Compartimos entre todos el pequeñín descubrimiento que hicimos el otro día al comprobar que si se alternan dos lecturas con una intensa movilidad y constancia, se acaban entrelazando no sólo las tramas y personajes de ambas, sino las propias frases y palabras, los tonos, los matices. Eso ocurrió aquí con esta kafkiana historia de la arena y los «Relatos sombríos», de Remy de Gourmont, el maravilloso escritor francés finisecular. Ambos mundos se atraviesan y aquí os traemos muestras de ellos. Los relatos intensos de Gourmont, (próximamente aquí sus «Historias mágicas»), nos dejan abiertamente trastornados. Buscamos la compañía de seres amados de la literatura que, irónicamente, campan en los pastos del «Diccionario snob de la literatura», concretamente en la letra C: nuestros queridos Arthur Cravan, Albert Cossery y Tristan Corbière. En varias ocasiones se nos habla y traen pedazos del infierno en símbolos y sueños. Hablamos de un infierno real, el de los pasados 40 años en la Libia de Gadafi. Os traemos un nuevo trocito de «Solo en el mundo», de Hisham Matar, con una ejecución «revolucionaria» en olor de multitudes en un pabellón de baloncesto de Trípoli. Rebajamos el ambiente con las grotescas andanzas de Theodor Gheorghescu, un pastor rumano que enterraba vivos a los negros para acercarles el cielo… Criatura fantástica recreada de nuevo por J. Rodolfo Wilcock. Por fin os recordamos algunas de las fiestas paganas que en varios mundos de nuestro mundo celebran a su modo este equinoccio de la primavera, esta resurrección de la vida. En fin, seguimos a trompicones en nuestra y vuestra vida, porque es que «Gading yeng tak retak», que en indonesio sería algo así como «no hay marfil que no tenga alguna raja». Besos.

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